Vuelve a Georgia

Unos meses antes de la terrible pandemia que ha sacudido todos los mercados, pero especialmente el turístico, nos presentamos al concurso de Turismo de Georgia con un mensaje atrevido y sorprendente: “Vuelve a Georgia”. Más abajo, en los textos, explicábamos que viajar es, además de un desplazamiento, una sensación, y asegurábamos que cuando los visitantes pasearan por sus espectaculares montañas, se bañaran en sus plácidas playas del Mar Negro, o visitaran su capital, Tiflis, tendrían una sensación de relax, de placer y de bienestar que seguramente ya conocerían, aunque nunca hubieran pisado ese pequeño país.

La campaña entusiasmó, y ganamos el concurso. Pero durante la larga cadena de aprobaciones que implica cualquier campaña de Turismo nacional, alguien no acabó de entender el discurso, o le pareció demasiado sofisticado, y finalmente tuvimos que cambiar el titular por uno parecido a “Visita Georgia”.

Igual que el perro de Pavlov salivaba cuando escuchaba una campanita, medio mundo saliva por viajar al otro medio cuando se empieza a acercar el momento de planificar las vacaciones. El marketing global del turismo, con sus imágenes idílicas de playas, montañas y monumentos, y mensajes fáciles que se repiten cada año, a conocer, viajar, y desplazarnos cuanto más lejos mejor. Pero esto ha cambiado en tan solo tres meses. La aparición de un pequeño virus ha reventado la temporada de turismo de este año en todo el mundo, y seguramente provocará importantes cambios de estrategia en el sector durante los próximos años.

Los carnés sanitarios, el probable aumento de precio de los vuelos turísticos, los controles sanitarios en los aeropuertos, las cuarentenas postviaje, las recomendaciones de los gobiernos sobre a qué país podemos ir y a cuál no, las incomodidades que se impondrán en las zonas comunes de los hoteles, las limitaciones de servicios como las playas, restaurantes o bares y discotecas… está claro que viajar no será lo mismo hasta que algún laboratorio encuentre una vacuna al COVID19 y lleguemos a la nueva normalidad.

Y estas nuevas condiciones provocarán que los viajeros, sobretodo del turismo familiar, se lo piensen dos veces antes de hacer la maleta y desplazarse a destinos lejanos y “menos seguros”.

Está claro que viajar abre nuestras mentes, y que conocer otras culturas mejora la nuestra. Pero también es verdad que, en contra de lo que nos aseguran los grandes turoperadores, para pasar unos días de relax y hacer trekking por la montaña no hace falta viajar al Tíbet, y para descansar unos días en una playa idílica no es imprescindible volar hasta el Caribe. En este sentido la industria turística, las agencias creativas y los Ministerios de Turismo tienen mucho que aportar si quieren que el turismo internacional vuelva a ser lo que era. Los primeros porque tendrán que buscar nuevas experiencias que vayan más allá del patrimonio histórico y cultural. Las agencias creativas porque tendremos que proponer conceptos más notorios y valientes para convencer a la población de que vale la pena viajar a destinos lejanos.

Y los Organismos oficiales porque tendrán que ser más valientes aprobando campañas, y no dejarlo todo a la subasta de precios de medios.

Veremos si al nuevo viajero le sale a cuenta desplazarse miles de kilómetros para hacer algo que puede hacer en un destino mucho más cercano y seguro. Si los creadores de nuevas experiencias nos ofrecen propuestas seductoras para que crucemos medio mundo. Y si a las agencias creativas nos permiten lanzar mensajes que vayan más allá del típico “Visit Georgia” para retar a los futuros viajeros.

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